Corre (relato)

Corrió. Corrió con las manos atadas a la espalda, el pecho al descubierto, arañado por las zarzas y marcado por los golpes. Corrió con los pulmones ardiendo por el aire nocturno, los pies descalzos, heridos por las piedras, los zapatos tragados hacía rato por el barro. Se hundía ahora en un nuevo surco, en otro campo, ya no los diferenciaba. La luz de la luna convertía su avance en una película desenfocada que bailaba frente a sus ojos. Todo se mezclaba. Los árboles, las toscas vallas de madera por las que se colaba a empujones, sus propios jadeos agónicos mientras trataba de orientarse, sin detenerse aunque las piernas le doliesen y le pesasen como si fuesen de cemento. Agradecía que el frío nocturno entumeciese un poco sus heridas. Aturdido, agotado, pero con una constante: el rugido del motor del todoterreno acortando la distancia y las risas de los hombres que le perseguían. De vez en cuando le llegaba el amenazador sonido de un arma cargando y apretaba los dientes, esperando