Los videojuegos (y los juegos de rol) como terapia

Salí del faro aprovechando un momento de calma en la tormenta. Las provisiones escaseaban y me veía obligado a hacer un viaje hasta el pueblo más cercano, a pesar del frío y de la amenaza de los animales salvajes. Durante kilómetros solo me acompañaron el crujido de la nieve bajo mis pies y el viento aullando en mis oídos. Cuando la silueta de la primera casa apareció en la lejanía, respiré aliviado. Recogí algo de leña de los alrededores. Encendería un fuego y me quedaría allí a pasar la noche. Hay videojuegos que te piden que hagas cosas y otros que te dejan simplemente estar ahí y vivir la experiencia. El auge del “mundo abierto” como concepto ha demostrado que a los jugadores, al menos a un tipo de ellos, les atrae la idea de tener un territorio que explorar y en el que perderse. Construir cosas, descubrir lugares, simular una vida. Quizá solo pasear y admirar la belleza del entorno. No tener ninguna presión ni ningún objetivo, salvo los que uno mismo se ponga. Escoger un sitio par