Qué es el miedo


Apaga las luces y camina en la oscuridad hasta tu cama después de ver una película de terror. No hay mejor forma de saber lo buena que ha sido una historia. ¿Ha sido un slasher del montón o terror psicológico del bueno, de ese que te hace echar miradas nerviosas por encima del hombro? Las matanzas de baratillo quedan rápidamente en evidencia en esa media docena escasa de pasos por el pasillo.

Es curioso el efecto que pueden causar determinadas palabras e imágenes usadas en el momento adecuado. Lo que a mediodía nos provoca risa, a medianoche puede lograr que nos estremezcamos. La efusión de litros de sangre ni siquiera nos hace parpadear, pero una niña vestida con un camisón sucio y el pelo largo cubriéndole el rostro puede ponernos los pelos de punta. ¿Por qué? ¿Qué secretos esconde el mecanismo del miedo y por qué algunos autores parecen ser capaces de tocar esas teclas mejor que otros?

El cine de terror, o los relatos de terror en general, se basan en una serie de miedos muy arraigados en el ser humano. El más básico es a ser herido y al dolor, que muchos títulos explotan mostrando de manera muy explícita las muertes, apuñalamientos y desmembramientos. La sangre es el símbolo de peligro por excelencia y no se escatima con ella. Con los años nos hemos vuelto más insensibles porque estamos sobreexpuestos a la violencia, tanto en pantalla grande como en series de televisión. Y el éxito de la saga Saw y el declive de Viernes 13 lo ejemplifican. Ya no nos amenazan solo con la muerte, primero vendrá la tortura y la amputación, indefensos en una mesa de operaciones. Sin embargo incluso las trampas más rebuscadas pueden pasar de moda y dejarnos fríos, a la larga.

Otros miedos habituales son a ver vulnerada la seguridad de lo que consideramos "hogar", y de ahí que haya tantas películas en las que delincuentes o asesinos entran en casa de los pobres protagonistas, acosándoles por cada habitación. No importa el porqué, solo que ese sitio que considerábamos nuestro refugio ya no lo es, y si no podemos escondernos ahí ¿dónde lo haremos? En cierta forma se trata de una extensión del miedo anterior, solo que en forma de juego previo y macabro a la agresión.

Existe también un miedo a lo desconocido e imprevisible, que se traduce muy bien en esos niños siniestros que hemos heredado del cine japonés. No podemos explicar su presencia, no sabemos cómo van a reaccionar y hay algo enervante en su figura al final del pasillo, inmóvil, observándonos, durante segundos interminables. Sabemos que no va a haber posibilidad de razonar con esos entes, al igual que no se puede con los psychokillers dementes. Y perder esa última posibilidad de defensa, la de suplicar por nuestra vida y rogar misericordia, multiplica la angustia.

Y para empeorarlo todo, la oscuridad, la noche. Tras ese manto de tinieblas quizá no haya nada, pero la incertidumbre nos hará temblar. Pensemos en lo que ocurrirá si además son sitios pequeños, por los que tengamos que arrastrarnos. Nos escabulliremos de un horror sin nombre que nos pisa los talones en las alcantarillas, en un túnel, a través de un conducto de ventilación. ¿Y si nos quedamos atrapados ahí, indefensos en la negrura, sin poder avanzar ni retroceder? Quizá no haga falta que el asesino nos encuentre si simplemente acabamos atascados, olvidados allí abajo, agonizando sin agua, comida o aire...

El miedo, en esencia, es la ruptura con lo que damos por sentado: seguridad, rutina, control. Cuando nuestra vida se ve invadida por algún elemento que amenaza todo eso, nuestro cuerpo y nuestra mente reaccionan disparando respuestas ancestrales. En algún momento de la prehistoria, nuestros antepasados ya miraban a la oscuridad que se extendía más allá de la hoguera de su cueva con desconfianza. Cada silueta inmóvil era un animal salvaje a punto a lanzarse sobre ellos y devorarles vivos, cada crujido, zarpas afiladas aproximándose, dispuestas a cortar y sajar. Es irónico que miles de años después hayamos convertido la recreación de esas sensaciones en una forma de ocio.


Comentarios

  1. el miedo a "los niños siniestros" nace de la incomodidad que nos genera la idea de algo que consideramos inofensivo con rasgos mezclados con aquello que nos da miedo. básicamente el cerebro no entiende si eso que ves es inofensivo o no y ante la duda opta por el miedo.

    aunque sea un monstruo homocida, la versión moderna de Pennywise usa este elemento en su diseño. su cara ya no es de payaso (algo que hemos aprendido a entender como peligros por la cultura popular en las ultimas décadas), tiene cara de niño. boca y nariz pequeña, ojos grandes, frente prominente, rangos suaves... pero todo eso esta distorsionado, generando cierta incomodidad.

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  2. Respecto a tu última apreciación, creo que los ancestros que tenían una esperanza de vida de veinticinco años o menos, probablemente después de enfermedades impredecibles o la simple rotura de un hueso les hacía ver la vida de una manera más instintiva. Con una esperanza de vida de más de 80 años, creo que el mayor miedo es el ser consciente de la perdida.
    Interesante artículo.

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