Cuentos de hadas y otros que no lo son tanto


"Los cuentos de hadas no hacen que el niño descubra a los monstruos. Lo que le dan es su primera impresión clara de que los monstruos no son invencibles. El niño ha sabido del dragón íntimamente desde que tiene capacidad de imaginar. Lo que el cuento de hadas le proporciona es un San Jorge capaz de matar a ese dragón".

—G.K. Chesterton

Contar cuentos de hadas es necesario. Contar cuentos oscuros, algo tétricos, que asusten, pero en los que al final triunfe el bien y los malos reciban una lección. Que tengan una lección moral, pero no la dictada por el comité de turno. Cuentos que no se parezcan a los de Disney, todos tan brillantes, a medida y con sello de parque temático. Porque si hay que elegir entre dos ficciones, mejor una que no parezca diseñada para vendernos un año tras otro toneladas de muñecos, mochilas, pijamas y libros de colorear.

Un cuento no debe ser algo con lo que dejar a un niño entretenido durante hora y media frente a un televisor, sino un viaje que se emprenda conjuntamente, de la mano cuando las cosas den miedo, y del que se salga aliviado y emocionado. Un cuento debe servir para hacernos soñar con descubrir misterios y pelear con dragones, no esperar apáticos a la siguiente fecha de estreno.



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Comentarios

  1. Conocía la frase de Chesterton redactada algo diferente, supongo que muchos la traducen libremente o la resumen para que quepa en su página de citas, gracias por esta versión más fiel.
    Estoy totalmente de acuerdo con lo que dices.
    Quizás los cuentos originales en los que se basan los "clásicos" actuales (Grimm y compañía) eran demasiado duros (eran tiempos más duros, es cierto). Pero sus "remake" sin duda son demasiado almibarados.
    De pequeño recuerdo haber leído mucho a Calleja, y recuerdo que para mí era algo parecido a lo que fue algún tiempo después leer a Lovecraft.
    Había algo tenebroso y amenazante, gótico, en aquellos cuentos y sin embargo no me traumatizaban ni nada parecido, al contrario, y como tu dices, te hacían imaginar y desde luego no de una forma pueril. No viajabas por un mundo de cangrejos cantarines sino en otro vagamente real en el que ocurren cosas malas, de verdad malas, pero de las que es posible protegerse o incluso vencerlas con inteligencia, prudencia, con valor y muchas veces con ayuda de otros. Esos cuentos eran como una vacuna.
    Si a un ciervo le hubiesen explicado qué son los focos de un coche antes de verlos, seguro que no se quedaría paralizado en medio de la carretera esperando a ser atropellado.

    PD:¡Qué decir de las fábulas!

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