Aventura: La bruja (III)


ALREDEDORES DE VOLKGARD
Si los protagonistas desean investigar en torno al pueblo descubrirán que el terreno es duro y está constantemente azotado por un viento que hace descender la temperatura varios grados bajo cero. Los primeros habitantes establecieron su asentamiento en la única zona resguardada del aire gélido que llega de los glaciares. Al sur se encuentran los muelles de pescadores, almacenes para los arenques y el bacalao, pequeños astilleros y montañas de redes para remendar. Los marineros evitarán el contacto con ellos y responderán con evasivas. No podrán averiguar mucho más de lo que ya obtuvieron preguntando al alcalde.

A medida que se avanza hacia el norte la ruta se vuelve empinada y serpenteante, y la hierba más rala y parduzca. A su derecha empezarán a surgir ocasionales parches de humedad y grupos de árboles, rodeando una zona pantanosa que está cubierta por una extraña niebla perpetua. Si han pedido a alguien que les oriente y han soltado alguna moneda a cambio, puede haberles avisado de que ese lugar tiene fama de maldito. Antaño se arrojaban allí los cadáveres de los criminales, muchos de ellos sin haber recibido un juicio justo. La concentración de almas en pena ha creado un aura de perpetua amenaza y desasosiego.

Mientras recorran el sendero, escucharán ruido de chapoteo de personas a la carrera, entrechocar de espadas y gritos agónicos de socorro más allá de la bruma. Si se internan en ella, pronto el agua les llegará casi hasta las rodillas, el sonido se hará más fuerte y tendrán la impresión de ver varias siluetas de hombres armados que persiguen a otros. Antes de que lleguen a ellos, la escena se desvanecerá y unas manos surgirán de las profundidades para arrastrarles. Son los cadáveres de los ejecutados que buscan venganza.

  • Ajusticiado Menor (3-4): DG 2d12 (13 pv), CA 11, Golpe +2 (1d4+1 drenado de PV)
  • Ajusticiado Mayor (1): DG 2d12+3 (16 pv), CA 14, Golpe +3 (1d6+1 más parálisis)

Si se libran de ellos la niebla se levantará momentáneamente y podrán volver al camino para proseguir su camino hacia el norte. Hay que tener en cuenta que no han acabado con la maldición, solo han limpiado el lugar durante un tiempo, así que deberían tener cuidado si vuelven a pasar por el mismo punto. Si desean exorcizar el terreno por completo, el sacerdote del grupo (si es que hay alguno) puede bendecirlo y los espíritus permanecerán tranquilos durante un año. Sin embargo a no ser que los restos se saquen de allí y reciban sepultura, los ajusticiados regresarán.

LOS DOMINIOS DE LA BRUJA
La cabaña que buscan está junto a lo que antes fue un frondoso bosque. Ahora solo quedan troncos desnudos y grisáceos que recuerdan a las columnas de un templo. De esa misma madera está construida la choza, precaria y destartalada. Un hilo de humo tenue les guiará hasta ella, señal de que está habitada. Como si hubiese percibido su presencia, un perro de gran tamaño, una especie de san bernardo sucio, saldrá a la puerta y les observará mientras avanzan, pero no emitirá ningún sonido. Después volverá al interior.

Por toda la zona verán patas de animales colgadas de las ramas secas, pequeños hatillos de hierbas envueltas como amuletos, símbolos tallados y dibujados en los árboles... Cualquiera con conocimientos arcanos los reconocerá como invocaciones de protección, pero nada de aquello es mágico realmente.

Al cruzar la puerta verán que el espacio es muy pequeño, difícilmente cabrían cuatro personas allí. La construcción original debía ser de mayor tamaño pero toda una sección se hundió, aparentemente después de un incendio. Ahora solo queda esa habitación con una chimenea en un extremo que hace las veces de cocina, vivienda y dormitorio. Hay varios calderos de diferentes tamaños sobre las llamas, manojos de hierbas aromáticas y trozos de carne seca colgados del techo, un camastro en una esquina y una mesa frente a la única ventana. Allí se pueden ver un mortero, raíces, hojas secas, montones de semillas, trozos de cuarzo, frascos con líquidos aceitosos de diferentes tonalidades... Pero obviamente lo que primero les llamará la atención será la figura encorvada, cubierta con un viejo manto negro, que atiza las brasas. El perro está a sus pies y enseña los dientes a los recién llegados con un gruñido bajo.

Sin darse la vuelta, la bruja les rogará con voz débil que se vayan. Es de esperar que no lo hagan, así que será ella la que trate de alejarse en dirección a una esquina de la estancia. Si la detienen, el manto caerá hacia atrás revelando quién está bajo él: una niña de unos doce años, con una larga melena de pelo encrespado, la cara manchada de hollín y ojos asustados.



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