Aventura: La bruja (II)


INVESTIGANDO EN VOLKGARD
Las calles del pueblo no están empedradas y las últimas lluvias han dejado barro y charcos por todas partes. Hay un penetrante olor a humo, las chimeneas se usan aquí tanto para calentar como para secar y preservar la carne. No hay nadie en el exterior, salvo alguna figura huidiza que cruzará de un lado a otro antes de que puedan verla bien. La impresión general para los protagonistas, que llegan desde la capital, es de un lugar gris y apartado de la civilización. Pronto resultará evidente que no son bien recibidos, o como mínimo, que su presencia no genera simpatías. Las contraventanas se cerrarán ante su paso y si llaman a las puertas, la gente les responderá con miradas de desconfianza y frases cortas y secas. Si preguntan descubrirán que el alcalde también es el dueño de la única posada del pueblo.

Se trata de un edificio de dos pisos con un enorme tejado a dos aguas, uno de los más altos del pueblo, situado al final de la calle que sube del puerto, con unas vistas inmejorables del fiordo. Si miran un poco más lejos, donde continúa el camino, verán en lo alto de la ladera la silueta de una torre en ruinas, restos de lo que en su día debió ser la capilla local. Encontrarán a Lindmann en una esquina de la barra junto a sus dos únicos clientes, hombres barbudos y surcados de arrugas que dan sorbos a sus jarras de cerveza mientras hablan en voz baja. Es un hombre calvo, fornido y de poblado bigote, que viste pantalones negros y una camisa blanca de corte continental que contrasta con la basta ropa de piel de sus parroquianos. Da la sensación de que el alcalde no es de la zona. Recibirá al grupo con frialdad, él no les ha llamado y no quiere tener nada que ver con lo que vienen a hacer allí. No es un hombre religioso y lo único que puede decirles de la bruja es que vive en una choza apartada en las afueras, pasando la zona pantanosa. Si le piden alojamiento, les dirá que todas las habitaciones están ocupadas.

Pueden intentar sonsacar a Lindmann para obtener más información, pero no es un hombre que reciba bien las presiones o las amenazas, así que la mejor opción es convencerle de que intentan averiguar la verdad y que no son meros brazos ejecutores de la iglesia. Lo que sabe es que la mujer lleva viviendo allí muchos años, aunque solo últimamente se ha prodigado más en sus habilidades. La gente sube con dolencias y baja con remedios que funcionan, algo muy valioso en un lugar tan apartado como Volkgard. Remarcará, mirándoles fijamente, que el último sacerdote se marchó hace mucho, así que tienen asumido que deben valerse por su cuenta. Sus clientes responderán de la misma forma y añadirán que casi cualquiera del pueblo tiene algún conocido que ha sido sanado por la bruja. Por eso será difícil encontrar a alguien que hable en su contra.

Si intentan contactar con las personas que denunciaron a la bruja, no les costará demasiado. En cuanto se corra la voz de que el grupo está rondando por las calles, dos hombres saldrán a su encuentro. Se trata de Jonas Kruse y Heinrik Grovdal, cabezas de familia de dos de los linajes más antiguos de la región. Ellos son de los pocos que respetan las antiguas tradiciones y escriben con regularidad a la capital solicitando que se envíe un nuevo sacerdote al pueblo. Ambos cuentan con granjas en la periferia del pueblo y se ofrecerán a alojar a los protagonistas mientras estén en Volkgard. Los Kruse tienen un hijo y una hija adolescentes, crían vacas, ovejas y hortalizas. Los Grovdal son una próspera familia con tres hijas y dos hijos, los más mayores rondan la veintena, el niño mejor tiene tres años. Se dedican a la cría de renos, de los que obtienen carne, pieles y leche.

Tanto los Kruse como los Grovdal contarán la misma historia, desde hace algo más de un año la bruja ha estado atendiendo a la gente del pueblo, curándoles usando magia negra. Han visto a personas llevando comida y ropa de abrigo a la anciana, que normalmente vivía aislada de todos. Como personas religiosas, temen la influencia que pueda llegar a tener en su comunidad. Sin embargo, tras su fachada devota, ambas familias esconden un secreto. Heinrik Grovdal acudió a la bruja para que salvase a sus animales de una plaga. Frida Kruse, la esposa de Jonas, subió hasta su choza para rogarle que sanase a su hija de unas fiebres. Si el grupo investiga por ambas granjas pueden encontrar restos de los símbolos que pintó Heinrik en los establos, o sonsacar a la hija, Jenneka, sobre su enfermedad y el ungüento que la bruja le dio a su madre, y que finalmente la hizo mejorar.


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