Aventura: Bring me the Disco King (III)


NUEVA NUEVA YORK Y LA ERA DE LA RECONSTRUCCIÓN
En 1927 el astrónomo ruso Alexei Kralehik fue el primero en descubrir el cometa que se aproximaba a la Tierra y que después se haría tristemente famoso con su nombre. Oculto hasta entonces a los ojos de los observadores por su extraña órbita, se fragmentó al aproximarse al Sol, provocando una lluvia de fragmentos que se precipitó sobre nuestro planeta. Estos trozos, inusualmente densos, alcanzaron en su mayoría zonas despobladas, pero también ciudades importantes como Nueva York.

Una sucesión de enormes explosiones sacudieron los distritos, despertando a los neoyorkinos, que vieron cómo su vida cambiaba en unos pocos segundos. Las zonas más afectadas fueron el sur de Manhattan y Brooklyn, aunque también hubo impactos esporádicos de menor tamaño en Queens y el Bronx. Manzanas enteras desaparecieron y en su lugar solo quedaron cráteres humeantes, los bomberos se vieron desbordados por los incendios y los parques se llenaron de hospitales improvisados para ayudar a los heridos. Todavía hoy, los que recuerdan aquella noche se estremecen. Hubo cientos de miles de muertos, millones en todo el mundo. Pero lo más sorprendente estaba por llegar.

Mientras las mayores urbes del planeta se movilizaban para recuperarse lo antes posible y comenzaba la era de la Reconstrucción, algunas personas comenzaron a notar cambios en sí mismos y a su alrededor. La realidad parecía distorsionarse, y en algunos puntos, sobre todo cerca de donde las esquirlas del Kralehik habían caído, la sensación era tan fuerte que creían enloquecer. A los fallecidos hubo que sumar miles de desaparecidos, algunos tragados por vórtices de energía y llevados a otras dimensiones, otros sufriendo mutaciones que les obligaban a buscar refugio en las profundidades, y los más afortunados, conscientes de que habían recibido un don, escondiéndose y organizándose en la sombra.

Las bases de las sociedades secretas, logias y comunidades de seres sobrenaturales que se conocen hoy en día se formaron en aquellos primeros meses. Por comodidad se llamaron a sí mismos magos, brujas, videntes o hechiceros, y los más afectados por las mutaciones adoptaron los nombres de los monstruos y seres de leyenda a los que se asemejaban.

Así pasaron los años, con una actividad frenética para mantener el secreto. Aunque los gobiernos son conscientes en parte de lo ocurrido, no conocen ni el número ni el poder de los despertados. Si lo hiciesen probablemente supondría una guerra abierta contra ellos... o la necesidad de forjar alianzas y aceptar una inevitable convivencia. Ahora, medio siglo después, los herederos de aquella primera generación se adaptan como pueden, negocian, trapichean y se relacionan, sin saber si desean permanecer ocultos o salir ya a la luz.



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