Criptografía y juegos de rol


Desde que Poe escribiera El escarabajo de oro, muchos se han sentido intrigados por el arte de descifrar mensajes secretos. Pocas cosas se pueden comparar a la satisfacción de revelar un texto supuestamente impenetrable, quizá abrir una cerradura con la única ayuda de unas ganzúas y mucha paciencia (otro tema del que hablaremos dentro de poco). La criptografía, al menos en su versión más sencilla, puede ser un puzle más con el que desafiar, y quizá obsesionar, a nuestros jugadores.

Mi primer contacto con los mensajes codificados no fue el relato de Poe, sin embargo. Mi recuerdo más vívido tiene que ver con Julio Verne y una de sus obras menos conocidas: La jangada. En ella, una carta que en principio parece una serie de letras sin sentido acaba siendo un elemento central de la trama. La elegancia y sencillez de su cifrado se me quedó grabada de tal forma que aún hoy sigue siendo mi favorito. Solo muchos años después descubriría que no es una invención del autor y que tiene nombre propio: la cifra de Gronsfeld.

Porque las “fórmulas” para cifrar tienen nombres propios, algunos tan sonoros como el cifrado César o el cifrado de Vigenère. Por razones de tiempo es imposible usar los más complejos en una partida de rol, así que nos limitaremos a aquellos que puedan insertarse en un trama y resolverse en una sesión, con un mínimo de pistas.

Cifrado por libro
Este tipo de cifrado es muy propio de las novelas de espías y se ha usado durante muchos años por su sencillez. Consiste en codificar nuestro mensaje usando como referencia un libro corriente que tanto el emisor como el receptor posean. Cada palabra se convertirá en una serie de números, indicando la página, la línea y su posición en ella. Por ejemplo, “Ataque al amanecer” puede convertirse en “218, 34, 9 / 121, 50, 13 / 98, 22, 4”. Un texto muy común para esto es la Biblia, aunque cualquier novela puede servir. La única limitación es que ambos deben tener exactamente la misma edición, porque si no el descifrado sería imposible.

Como curiosidad, no todos los libros tienen un vocabulario especializado, imaginemos que queremos hablar de “uranio” en nuestro mensaje. En este caso se puede cambiar la mecánica y añadir un número más, que indique una letra. Así iríamos seleccionando letras por diferentes partes del texto hasta formar nuestra palabra. Esto añade versatilidad, pero hace el trabajo de cifrado y descifrado más laborioso, y el mensaje en código mucho más grande.

En una partida de rol, el reto para nuestros protagonistas será descubrir primero el tipo de cifrado (que el mensaje sean grupos de números ya debería hacer saltar las alarmas) y después el libro que han empleado sus enemigos. El máster debería dar pistas, dejando caer detalles sobre los gustos y aficiones de los implicados. Por último, el libro debe estar físicamente disponible para que los jugadores lo consulten y hagan pruebas, ya sea en una edición real o en forma de hojas impresas simulando tomos antiguos.

Cifrado César
Este cifrado es el más simple posible y se conoce también como cifrado por desplazamiento. Toma su nombre de Julio César, quien según Suetonio lo usaba en su correspondencia privada para comunicarse con sus generales. Consiste en desplazar cada letra un número de espacios a la derecha o a la izquierda en el abecedario. Por ejemplo, con un desplazamiento de 3 a la derecha, la A se convertiría en una D, la B en E, etc. En el caso de “Ataque al amanecer”, lo que encontraríamos sería “Dwdtxh dñ dodphfhu”.

La vulnerabilidad de este cifrado es enorme, porque produce un texto con patrones muy evidentes, sobre todo si tenemos un párrafo de cierta longitud para comparar. Por eso es adecuado para nuestras partidas, ya que supondrá un reto para los jugadores, pero no les llevará demasiado tiempo romperlo. Si queremos ponérselo un poco más difícil podemos usar una técnica clásica, quitando los espacios y presentando el texto en grupos de cinco letras: “Dwdtx hdñdo dphfh u”. Personalmente no lo recomiendo si no tienen experiencia en el tema.

Cifrado Gronsfeld

Es el cifrado usado por Verne y toma su nombre del conde de Gronsfeld, que supuestamente lo desarrolló a principios del siglo XVII. Su concepto es muy sencillo, ya que funciona como el cifrado César. Aquí también desplazaremos cada letra, pero la diferencia es que lo haremos en base a un número que se repite, la “clave”.

Por ejemplo, tomemos como clave 357. Escribimos el mensaje original y debajo ponemos la clave, repetida tantas veces como sea necesario. Después desplazaremos a la derecha cada letra, según el número de posiciones que nos indique. Y ya tendremos nuestro texto encriptado. El receptor solo tiene que conocer la clave  que hemos usado y, repitiendo el proceso a la inversa, podrá desencriptarlo sin problema.

A T A Q U E A L A M A N E C E R
3 5 7 3 5 7 3 5 7 3 5 7 3 5 7 3
D Y H T Z L D P H O F T H H L U

La ventaja de esta cifra es que el texto es menos predecible, la equivalencia para cada letra va cambiando y no es tan evidente como en el caso anterior. Sigue siendo vulnerable ante un análisis estadístico pero es bastante robusta para usos cotidianos, o como juego, como en nuestro caso.

Nuestros jugadores no van a poder romper esta cifra de buenas a primeras, así que de nuevo es importante que el máster dé pistas para que puedan averiguar de qué cifrado se trata y que haya una serie de posibles claves que puedan ir probando.

Cifrado de El escarabajo de oro o sustitución monoalfabética
Este es otro cifrado sencillo. Lo único que hizo Poe fue crear un alfabeto propio, con símbolos extraños incluidos, y reemplazar cada letra por su equivalente. La forma más fácil de descifrar un texto así, tal y como se ve en el relato, es analizar la frecuencia de cada letra en el idioma establecido e ir encontrando patrones. Por ejemplo, la letra más utilizada en inglés es la “e”, así que podemos sustituir el símbolo más presente en el texto codificado por ella. Haciendo más pruebas y combinaciones podremos ir averiguando el resto: localizar los grupos de “the”, o las dobles “ee”, etc. Dejo el mensaje del cuento original para los más valientes:

53‡‡†305))6*;4826)4‡.)4‡);806*;48†8¶60))85;1‡(;:‡*8†
83(88)5*†;46(;88*96*;8)*‡(;485);5 *†2:*‡ (;4956*2(5*—4)8¶8*;4069285);)6†8)4‡‡;1 (‡9;48081;8:8‡1;48†85;4)485†528806 *81(‡9;48;(88;4(‡?34; 48)4‡;161;:188;‡?;

Si queremos incluir algo así en nuestra partida, los jugadores tendrán que imaginar, de nuevo, cómo está codificado el mensaje y obtener una tabla de frecuencias, que por suerte son abundantes. En la web Estadística para todos tienen un artículo sobre criptografía muy interesante, con una para el castellano.



Comentarios

  1. ¡Interesante artículo!
    Respecto al método de Poe, se me ocurre una treta fácil para añadir dificultad y es que cada letra, según su frecuencia, pueda contar con la equivalencia de dos o tres caracteres adicionales, así se disimularía su porcentaje.
    Supongo que a la hora de valorar un código, desde el punto de vista literario, lo primero que se pone en la balanza es el deseo del otro por ocultar el significado de sus palabras. Sin embargo, para mi, lo que más me fascinan son los idiomas antiguos que no han podido ser traducidos, a lo linear A o el ibero (¡o el del códice Voinich del que ya hablaste!), supongo que no puede considerarse criptografía pero lo es en cierta forma.
    De los códigos, mi favorito, y creo que más novelesco, es el primero, me parece algo hasta poético, además de dar mucho pie a una buena historia: Un librero es asesinado, alguien descubre que falta un libro en una estantería por la huella en el polvo, una vieja foto descubre que el libro es una rara edición de los "Philosophiæ naturalis principia mathematica" de Newton...

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    1. Es un buen comienzo para una novela, sin duda... ¡escríbala, señor Desertor! Yo la leería encantado. Sobre los idiomas que no han podido se traducidos, yo añadiría las tablillas rongorongo de la isla de Pascua. Debe ser frustrante para un arqueólogo o un historiador saber que hay información ahí, pero es imposible acceder a ella. También me hace pensar en lo que sentirían los egiptólogos al encontrar la Piedra Rosetta y ser capaces al fin de entender los jeroglíficos.

      Volviendo al principio... ¡estoy esperando esa novela!

      Un saludo afectuoso.

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