Post-apocalipsis Now: Siete maneras de que se acabe el mundo


El fin del mundo es un tema recurrente en el cine, la literatura y los videojuegos. Normalmente se asume como algo lejano, más propio de la Guerra Fría, cuando la posibilidad de ser volatilizados en una guerra nuclear entre Estados Unidos y la URSS generaba titulares en cada boletín de noticias. Sin embargo la amenaza de la destrucción de la civilización no es tan remota como creemos. Todavía hay situaciones, no tan descabelladas, que podrían convertirlo todo en un yermo desértico… y a nosotros en refugiados peleando por las últimas latas de comida.

En los juegos de rol el apocalipsis también es un género habitual, aunque suele ser presentado desde la vertiente de la ciencia ficción o la fantasía. El resultado más común son mundos de estilo Mad Max o aquellos que han degenerado hasta convertirse en variantes de la fantasía medieval, con tecnología olvidada sustituyendo a la magia. Apostar por el realismo y tomar como punto de partida nuestro presente puede ser una manera diferente de contarlo, sobre todo si los personajes se encuentran al inicio de la crisis y hacemos que sean testigos de cada paso hacia el colapso.

Dejando de lado escenarios de ciencia ficción, como una rebelión de las máquinas, el ataque de una IA que tome conciencia o ser engullidos por nanomáquinas descontroladas, algunos de los eventos catastróficos más probables a día de hoy son los siguientes:

  • Tormenta solar: Un estallido de la corona solar podría golpear la Tierra con un pulso electromagnético que la dejaría literalmente a oscuras, interrumpiendo las comunicaciones, provocando apagones y destruyendo gran parte de la red eléctrica. Ya ha ocurrido antes, concretamente en el siglo XIX, pero entonces, por suerte, la pérdida de las infraestructuras afectadas no tuvo gran repercusión. En la actualidad un daño severo quizá requiriese de semanas o meses de reparaciones, pero puede que para entonces ya fuese demasiado tarde: imaginemos continentes enteros aislados, ciudades sin servicios mínimos, con sus habitantes presa del pánico, a merced de la violencia y los saqueos.
  • Guerra nuclear: Aunque esta posibilidad estaba en la mente de todos durante la Guerra Fría, a día de hoy la III Guerra Mundial sigue siendo posible, ya sea por un disparo accidental, por una escalada de agresiones entre países con capacidad atómica o por la acción de un líder descontrolado, como ocurría en La Zona Muerta, de Stephen King. Cualquiera que haya leído los desvaríos de Trump puede imaginárselo como el Martin Sheen de la película, ordenando lanzar los misiles al primer enemigo que se le pase por la cabeza, por puro capricho. Incluso una respuesta menor puede cambiar radicalmente nuestro mundo y llevarlo por un camino sin retorno.
  • Desastre ecológico: Una aceleración del calentamiento global podría cambiar radicalmente los ecosistemas a lo largo y ancho del globo, haciendo inviables los cultivos de cereales indispensables para nuestra supervivencia. Los gobiernos se verían incapaces de dar respuesta a una población que requiere unos recursos que se van reduciendo a toda velocidad. Lo peor de todo es que por muchas medidas que se tomasen, solo serían meros parches: una catástrofe ecológica no es algo que se pueda revertir con facilidad. Esto provocaría desabastecimiento, hambrunas, inestabilidad social, revueltas, caos…
  • Crisis económica: Si en el caso anterior era un desastre climático lo que precipitaba la destrucción de la sociedad, una crisis más grave que las vividas hasta ahora podría provocar el mismo resultado. Ya hemos sido testigos de lo frágil que es ese bienestar que damos por sentado. Si Estados Unidos o China sufriesen en el futuro un crack económico devastador, el efecto dominó arrastraría a todos los demás países, dejando a las entidades financieras sin recursos y a la población sin ahorros, o con estos convertidos en papel mojado. Suficiente descontento social provocaría, de nuevo, revueltas, inestabilidad y la caída de gobiernos.
  • Pandemia global: Para los expertos la cuestión no es si llegará a aparecer una mutación del ébola o la gripe aviar más letal y difícil de frenar… sino cuándo ocurrirá. Solo es cuestión de tiempo que estos virus evolucionen en otros con capacidad de transmitirse con más facilidad o que sean resistentes a las vacunas actuales. En un mundo globalizado como el nuestro, unos pocos infectados que viajen en avión de regreso a sus hogares después de unas vacaciones, o que recorran el Mediterráneo en un crucero, pueden provocar una pandemia. Ya hemos visto lo que un brote a pequeña escala puede alarmar a la población, o cómo se saturan los hospitales con una simple gripe. Así que en una situación realmente crítica, lo siguiente es lo que cabría esperar: pánico, caos, y si la enfermedad no es contenida a tiempo, suficientes muertos como para que la sociedad se paralice y comience a derrumbarse.
  • Crisis energética: La dependencia de los combustibles fósiles puede provocar una situación caótica dentro de los próximos 50 años, cuando las explotaciones de crudo conocidas estén próximas a agotarse. Las naciones que obtienen su poder a través de él, las mayores consumidoras y prácticamente cualquier habitante del planeta sufrirá las consecuencias de la escasez. Las guerras comerciales pueden convertirse en conflictos armados financiados por las superpotencias, ya sea desde la sombra o sin ningún disimulo. Ante la amenaza del colapso industrial y económico, los principales países usarán todos los medios a su alcance para garantizar el control sobre las reservas que queden, y quizá la III Guerra Mundial sea una guerra por el petróleo.
  • Caída catastrófica de la red global: En un mundo cada vez más conectado, hemos sido testigos en más de una ocasión del desmesurado impacto que provoca la caída de una red social. Imaginemos una caída global, causada ya sea por un virus diseñado para la ciberguerra, por un ataque a los principales servidores de Internet o por el corte de los cables transoceánicos. Muchos servicios dejarían de funcionar, innumerables empresas quedarían paralizadas y los bancos tendrían que cerrar al público, incapaces de operar sin actualizar los saldos de las cuentas de sus clientes. A medida que pasan los días y las comunicaciones no se restablecen, la gente se quedará sin dinero en efectivo, las protestas y el descontento se extenderán, y nos daremos cuenta de lo frágil que es todo lo que damos por hecho.

Fotografía de Taton Moïse.

Comentarios

  1. La verdad es que todo lo que mencionas, en realidad, no tiene que ocurrir si quiera de una forma catastrófica, basta con que ocurra de una forma notable. Creo que hoy en día (se ha demostrado con el ébola) con autentica motivación política, la ciencia está capacitada para hallar soluciones en el medio plazo a casi cualquier cosa, el tema es ¿están las sociedades occidentales en forma? ¿tienen la capacidad de trabajar solidariamente por un objetivo? Mi opinión es que no. Hoy la gente llama "una situación insostenible" a que no se recoja la basura en una semana, o que se tenga que restringir el agua a una hora al día, o por tener un poco de fiebre en temporada de gripe, saturar las urgencias ("situación de colapso"). Por otra parte, hay antivacunas, terraplanistas, ateos fanáticos, creyentes dementes, selfies de postureo y adultos semiinfantiles... Creo que el verdadero apocalipsis es la sociedad occidental, solo falta un pequeño desastre que tire la primera ficha del dominó... creo que cualquiera de los siete podría ser la espoleta.

    PD: No es que crea que la sociedad occidental es especialmente más perversa, pero es cierto que en otras están más habituados al sufrimiento y la muerte, y a afrontarlas mirándolas de cara.

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