Artefactos: El Látigo de Metal y Hueso

Tras unas semanas de terror Klemperer llegó por fin a la aldea con media docena de soldados bajo su mando. Temerarios y fanfarrones, no esperaron al amanecer y se internaron en el bosque de noche, él a caballo y sus hombres a pie, armados con picas, trampas y redes. Rieron cuando el sacerdote local les propuso bendecir los pivotes de sus ballestas, como protección adicional.
El grupo no regresó esa mañana, ni la siguiente... al tercer día una figura ensangrentada emergió de entre los árboles y se desplomó antes de llegar a la entrada del pueblo. Se trataba de Martin, gravemente herido y delirando, no había ni rastro de sus acompañantes. Tras varias semanas de cuidados fue capaz de relatar el terrible episodio que vivió en la profundidad del bosque, donde perdió a todos sus camaradas y se enfrentó a una bestia a la que según dijo dejó tan malherida como ella a él. La mejor prueba de la veracidad de sus palabras era que las muertes habían cesado, aunque como él mismo reconocía, la criatura no tardaría en volver a atacar.
No del todo restablecido pero armado con la seguridad de saber a ciencia cierta a qué se enfrentaba, el maltrecho cazador se preparó para enfrentarse de nuevo al hombre lobo. Pidió que le fabricasen una coraza de metal, sobre la que se grabó una cruz y se inscribieron varios salmos. Preparó una lanza con punta de plata, a la que ató ramilletes de acónito, cargó una ballesta bendecida, esta vez si, y sumergió su espada en agua bendita. Pero contra toda lógica e ignorando el consejo de los lugareños, esperó de nuevo hasta la noche para emprender la marcha. Solo y todavía malherido, nadie daba nada por su vida.
De nuevo pasaron los días y al amanecer del tercero, alguien abrió de un empujón la puerta de la taberna. Bajo una gruesa capa de piel de lobo aún goteando sangre se erguía, pálido pero triunfante, Martin Klemperer. En una mano llevaba la cabeza gigantesca, hendida por una espada, de una bestia de rasgos caninos. En la otra los restos de varios huesos del mismo animal, incluyendo la columna vertebral. Tras arrojar la cabeza entre los presentes, que estallaron en gritos de júbilo, dijo al herrero que tenía un encargo muy especial para él... y así nació el Látigo de Metal y Hueso.
En el juego

Como objeto mágico el Látigo de Metal y Hueso hiere a los hombres lobo de forma normal y causa el doble de daño a todo tipo de criaturas vampíricas. Solo puede ser empuñado por humanos y protegerá a su portador de la infección licantrópica, aunque no la curará si ya se ha iniciado. Además aquel que conozca su nombre secreto, "Wolfdorn", descubrirá al usarlo que es capaz de ver en la oscuridad y que sus sentidos del oído y el olfato se han aguzado como los de un cánido, permitiéndole rastrear presas a gran distancia.
Muy interesante. Made in FrankenRol?
ResponderEliminarSi, aunque cualquiera que conozca la saga de Castlevania encontrará muy familiar el objeto.
ResponderEliminarUn saludo.